“El Hijo de Piegrande” (The Son of Bigfoot, 2017) es una
película animada belga-francesa dirigida por Ben Stassen y Jeremy Degruson.
Está escrita por Bob Barlen y Cal Brunker. Cuenta con las voces originales de Pappy
Faulkner, Christopher L. Parson, Joe Ochman y Sandy Fox. Llega a las salas
argentinas el 30 de noviembre gracias a la distribuidora Digicine.
El joven Adam desde siempre se sintió diferente y esto se
acentuó aún más cuando un día ve que su pelo crece a una rapidez mayor de la
normal como también sus pies, a los cuales ya no puede mantener dentro de sus
zapatillas. Él fue criado por su madre, que le dijo que su padre había muerto.
Pero cuando Adam descubre unas cartas que verifican que su mamá se sigue
hablando con su papá, él se enoja y emprende un viaje para encontrarlo. Adam
descubrirá que su padre es el mismísimo Pie Grande, un hombre peludo que tuvo
que refugiarse en la naturaleza para sobrevivir. Esto se debe a que la
corporación HairCo lo busca desesperadamente para realizar experimentos en él,
ya que su ADN es diferente. Padre e hijo, junto a algunos animales amigos,
deberán arreglárselas para escapar de los empresarios de HairCo, que sólo
buscan hacer el mal.
La película pareciera dividida en tres partes que se diferencian
entre sí: Adam siendo burlado en la escuela, Adam conociendo a su padre y por
último el rescate de Pie Grande atrapado en HairCo. Los dos primeros tramos
están muy bien logrados ya que la construcción del niño protagonista hace que
nos interesemos en la historia. La animación es atractiva, tanto de los humanos
como de los paisajes naturales. Sin embargo es en su tercer acto cuando la
cinta pierde el toque original que venía manejando tan bien: el propósito de
los villanos resulta cliché y algo que ya vimos en otras películas.
El bullying está muy presente en el film, tanto como la
aceptación de que cada uno es diferente y no hay que avergonzarse por ello.
También se deja un mensaje sobre el cuidado de la naturaleza, demostrado a
través de un oso, ardilla y mapaches que ven cómo su hábitat se está
destruyendo. Otro aspecto bien llevado a cabo es el familiar: la reconexión del
chico y su padre es linda de ver, con las cosas que tienen en común y sus
formas de interactuar a través de juegos. La música acompaña alegremente lo que
sucede en pantalla, aunque a veces la misma tonalidad puede llegar a ser
repetitiva.
Cuando los científicos entran de lleno en escena es cuando a
los mayores se les va a tornar más pesada esta producción. Desde el comienzo
presentimos cuál va a ser su desenlace por lo que el alargue del final se
siente innecesario.
“El Hijo de Piegrande” es una película súper simple para ver
con los más pequeños de la familia. Causa alguna que otra risa y, aunque no
quede en el recuerdo, hace pasar un buen rato.
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