“Loving Vincent” (2017) es una película de animación que no
tiene precedentes. Las escenas primero se filmaron con actores reales y luego
se pintó a mano sobre óleo cada uno de los 62450 fotogramas. Para semejante
trabajo (que llevó cinco años) se convocaron a artistas de diferentes partes
del mundo. Cinco mil personas se presentaron y sólo 120 pasaron la prueba.
Ellos se sometieron a un entrenamiento intensivo que duró tres semanas. Así es
como la película dirigida y escrita por la pareja de la polaca Dorota Kobiela y
el inglés Hugh Welchman homenajea a la perfección la vida y los más de 100
cuadros del pintor holandés Vincent Van Gogh, interpretado por Robert Gulaczyk.
Pero la cinta no sólo debe ser aplaudida por su belleza
visual sino también por la historia que narra. A partir de las 800 cartas que
Van Gogh le envió a su hermano Theo, Kobiela y Welchman crearon un relato
detectivesco, donde lo que más abunda es la curiosidad por lo que realmente le
pasó al pintor a sus 37 años. ¿Fue un suicidio o alguien le disparó? Las
versiones del hecho nos son mostradas a través de la figura de Armand Roulin
(Douglas Booth), hijo del cartero de Van Gogh. Su padre Joseph (Chris O'Dowd)
le pide que busque a Theo (Cezary Lukaszewicz) y le entregue la última carta del
pintor, a un año después de su muerte. De mala gana, Armand sigue las consignas
de su padre. El ínfimo interés del comienzo se irá revirtiendo cuando escuche a
cada uno de los que conocían (de vista o en profundidad) a Van Gogh. El deseo por
querer llegar a la verdad del asunto se acrecentará a gran escala.
En el film contamos con varios personajes que se
desenvuelven en la tranquila comuna francesa de Auvers-sur-Oise. Tenemos al
doctor Gachet (Jerome Flynn), amigo con el que Van Gogh compartía su pasión por
el arte; su hija Marguerite (Saoirse Ronan), joven que pudo tener una relación
amorosa con el holandés; Louise (Helen McCrory), ama de llaves de Gachet que
veía algo “impuro” en Vincent; Adeline Ravoux (Eleanor Tomlinson), hija del
dueño de la posada donde Van Gogh se alojaba; el médico Mazery (Bill Thomas),
que está segurísimo que lo que pasó no fue un suicidio; René Secrétan (Marcin
Sosinski), chico que maltrataba al artista y el barquero local (Aidan Turner).
Las hipótesis son varias y la película en su desenlace llega
a dar una que podría llegar a ser la más certera, sin embargo la producción
polaco británica deja varios cabos sueltos para que el espectador saque su
propia conclusión (o no). Otro de sus aciertos es el uso de los flashbacks
cuando cada personaje narra lo que percibió de Van Gogh. Uno no tiene problema
en dilucidar qué es lo que está pasando en la actualidad y qué sucedió en el
pasado gracias a los colores: los flashbacks son en blanco y negro, el presente
está lleno de amarillos, azules y verdes.
La música de Clint Mansell nos mete de lleno en la
experiencia de ver una obra 100% hecha por cuadros pintados al óleo que cobran
vida como por arte de magia. El resultado es fascinante, en cada plano la
imagen resplandece lo que hace que uno no quiera parpadear para no perderse
nada de lo que va pasando en la pantalla grande.
“Loving Vincent” hipnotiza por su originalidad a la hora de
mostrar la vida de un pintor tan controvertido como lo es Van Gogh. Si sos
fanático del artista no vas a encontrar datos reveladores pero sí te vas a
enorgullecer del gran trabajo que hicieron para homenajearlo. Si no sabés mucho
sobre él, la película abre las puertas a conocer su forma de ver el mundo
mediante sus cuadros, que únicamente fueron apreciados como merecían después de
su muerte.
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