“Yo, Daniel Blake” (I, Daniel Blake, 2016) es una película
dramática dirigida por Ken Loach y escrita por Paul Laverty. Está protagonizada
por Dave Johns y Hayley Squires. Ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes en
2016. Llegó a las salas argentinas el 22 de junio de 2017 gracias a la
distribuidora Mont Blanc.
El inglés de 59 años Daniel Blake es un carpintero viudo que
debido a un ataque cardíaco por recomendación de su médico no puede volver a
trabajar. Daniel se dirige a Seguridad Social para conseguir una pensión, pero
allí la administración lo obliga a conseguir un empleo, caso contrario recibirá
una sanción. En su camino se cruzará Katie, una madre soltera con dos niños que
tuvo que mudarse de Londres a Newcastle. Ella también la está pasando mal, no
tiene dinero para pagar la comida de sus hijos y no sabe cómo salir adelante. La
insensibilidad del sistema burocrático estatal de Gran Bretaña complicará las
vidas de estas dos personas, tanto en lo espiritual como en la salud.
Loach consigue retratar con éxito cómo Inglaterra no respeta
a sus habitantes cuando tienen un problema, cómo no los escucha ni les brinda
una salida. Por un lado tenemos a Blake, una persona vieja que necesita de esa
pensión para pagar sus impuestos, y por el otro está Katie, una mujer
vulnerable que desea darles a sus hijos lo mejor, pero encontrar trabajo
resulta dificilísimo. A través de un guión que plantea situaciones realistas,
somos testigos de la poca solidaridad que hay hacia el prójimo. Daniel tiene
que completar formularios por Internet, él nunca usó una computadora, sin
embargo lo dejan solo luego de darle una explicación rápida y que haga lo que
pueda. Cuando llama por teléfono lo tienen horas y horas esperando en línea con
una musiquita potente, esa plata por esperar todo ese tiempo nunca será
devuelta. Y lo que es peor, si milagrosamente lo atienden, no saben brindar una
solución.
Dave Johns está perfecto en su papel, uno empatiza desde los
primeros minutos y da bronca cómo es tratado en la oficina de empleo. Se hace
lo que ellos digan, no interesa lo que uno plantee. Hayley Squires como Katie
logra transmitir el dolor y vergüenza que está sufriendo. La escena en la que
se quiebra refleja la crudeza de su estado y nos prepara para su triste destino
ya que pareciera que no hay otra manera de prosperar.
La película constituye una denuncia social donde la política
está involucrada. Llama a que nos preguntemos cómo llegamos a ser así, por qué el
sistema hace darle mil vueltas a un anciano que tendría que gozar de la pensión
que merece porque realmente no puede en la actualidad volver a trabajar. Es muy
humana, aunque se critique a la burocracia inglesa cualquier argentino se puede
sentir identificado con algo de todo lo que le sucede a Blake.
Algunas escenas son graciosas y otras duras, de cualquier
forma el mensaje oculto se vislumbra: la clase obrera es la que siempre sale
perjudicada, la que tiene que luchar para hacer valer sus derechos. Durante los
100 minutos de duración nos damos cuenta de las incoherencias que plantean los
funcionarios, a los que no se puede contradecir porque sino lo consideran como
que estás armando un “escándalo” y llaman a la policía. Por otro lado, en los
vecinos de Blake, que siempre lo hacen enojar por dejar la basura afuera de su
casa, se puede captar una crítica hacia las grandes marcas: ellos compran de la
misma fábrica unas zapatillas de igual calidad que las de los negocios y la
venden a un precio menor.
“Yo, Daniel Blake” invita a reflexionar sobre el mercado
laboral actual, la falta de oportunidades y la indiferencia implícita de los
sectores altos a los bajos. Un film duro, emotivo y con personajes bien
construidos. Su final puede ser previsible para muchos, de igual manera el
efecto que deja es demoledor.
Uuuuuh,se va directo a mi lista de urgentes.
ResponderEliminarJajaja, estos temas me encantan.
Preciosa tu reseña.
Abrazos ♥