Axel (Camilo Castiglione) es un niño de diez años que vive
en el barrio de Montserrat junto a sus jóvenes hermanas Alicia (Laila Maltz),
Alejandra (Martina Juncadella) y Antonia (Mariel Fernández). Ellos nunca pueden
ver a su madre Margarita ya que la señora se encuentra encerrada en una
habitación todo el tiempo, por lo que la única manera de comunicarse con ella
es hablándole a través de una ventana alta cerca del baño. Por allí también le
pasan alimentos, mantas o lo que la mujer desee. Para el resto de la familia
esto resulta habitual, pero la situación se pondrá tensa cuando Margarita
quiera festejar su cumpleaños tres días antes.
La película nos presenta un panorama familiar distinto que
podría dar resultado si se dieran explicaciones. Durante toda la trama, que de
por sí es muy tediosa, uno espera que llegue un punto en el que se logre
entender por qué la madre vive en un cuarto sin ver a nadie, qué es lo que le
sucede, si tiene alguna enfermedad o problema psicológico. Las respuestas nunca
llegan, dejando al espectador súper confuso y con bronca por haber malgastado
su tiempo. Está perfecto que un filme tenga final abierto y deje elementos para
ser analizados luego de su visionado, sin embargo en este caso nada queda por
debatir porque desde un comienzo no se llega a dilucidar cuál es la idea que se
quiso transmitir.
La cámara sigue de cerca a los personajes, enfocando muchas
veces sólo sus caras y generando la sensación claustrofóbica con la que los
hermanos conviven día tras día. Las escenas largas llenas de conversaciones
banales cansan hasta el hartazgo porque no tienen un destino fijado; la voz de
la madre está presente y por su tonalidad captamos una personalidad fuerte, que
puede pasar de una felicitación a un reproche.
La situación logra ser un poco más interesante una vez que
se da paso al festejo adelantado de cumpleaños. Los invitados se sientan en una
larga mesa cerca del cuarto donde vive Margarita, cenan y charlan con ella sin
poder verla. Pero como en cualquier entorno familiar, las discusiones no tardan
en llegar y es el papel de la tía Marta (Verónica Llinás) el que da paso a los
gritos. Ahora Margarita quiere salir pero su hermana no se lo permite. ¿Por qué
será? Nunca lo sabremos.
En el desenlace de “Adiós Entusiasmo” es en donde más se
espera un indicio, algo que nos sea lanzado para comprender en mínima medida lo
que vimos. No obstante se da paso a la oscuridad y a una escena que pareciera
filmada en VHS. Sentido no lo hay, incomprensibilidad mucha.
Puntaje: 2
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