martes, 11 de julio de 2017

Dejado de lado por su propio país

“Yo, Daniel Blake” (I, Daniel Blake, 2016) es una película dramática dirigida por Ken Loach y escrita por Paul Laverty. Está protagonizada por Dave Johns y Hayley Squires. Ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes en 2016. Llegó a las salas argentinas el 22 de junio de 2017 gracias a la distribuidora Mont Blanc.


El inglés de 59 años Daniel Blake es un carpintero viudo que debido a un ataque cardíaco por recomendación de su médico no puede volver a trabajar. Daniel se dirige a Seguridad Social para conseguir una pensión, pero allí la administración lo obliga a conseguir un empleo, caso contrario recibirá una sanción. En su camino se cruzará Katie, una madre soltera con dos niños que tuvo que mudarse de Londres a Newcastle. Ella también la está pasando mal, no tiene dinero para pagar la comida de sus hijos y no sabe cómo salir adelante. La insensibilidad del sistema burocrático estatal de Gran Bretaña complicará las vidas de estas dos personas, tanto en lo espiritual como en la salud.


Loach consigue retratar con éxito cómo Inglaterra no respeta a sus habitantes cuando tienen un problema, cómo no los escucha ni les brinda una salida. Por un lado tenemos a Blake, una persona vieja que necesita de esa pensión para pagar sus impuestos, y por el otro está Katie, una mujer vulnerable que desea darles a sus hijos lo mejor, pero encontrar trabajo resulta dificilísimo. A través de un guión que plantea situaciones realistas, somos testigos de la poca solidaridad que hay hacia el prójimo. Daniel tiene que completar formularios por Internet, él nunca usó una computadora, sin embargo lo dejan solo luego de darle una explicación rápida y que haga lo que pueda. Cuando llama por teléfono lo tienen horas y horas esperando en línea con una musiquita potente, esa plata por esperar todo ese tiempo nunca será devuelta. Y lo que es peor, si milagrosamente lo atienden, no saben brindar una solución.
Dave Johns está perfecto en su papel, uno empatiza desde los primeros minutos y da bronca cómo es tratado en la oficina de empleo. Se hace lo que ellos digan, no interesa lo que uno plantee. Hayley Squires como Katie logra transmitir el dolor y vergüenza que está sufriendo. La escena en la que se quiebra refleja la crudeza de su estado y nos prepara para su triste destino ya que pareciera que no hay otra manera de prosperar.
La película constituye una denuncia social donde la política está involucrada. Llama a que nos preguntemos cómo llegamos a ser así, por qué el sistema hace darle mil vueltas a un anciano que tendría que gozar de la pensión que merece porque realmente no puede en la actualidad volver a trabajar. Es muy humana, aunque se critique a la burocracia inglesa cualquier argentino se puede sentir identificado con algo de todo lo que le sucede a Blake.
Algunas escenas son graciosas y otras duras, de cualquier forma el mensaje oculto se vislumbra: la clase obrera es la que siempre sale perjudicada, la que tiene que luchar para hacer valer sus derechos. Durante los 100 minutos de duración nos damos cuenta de las incoherencias que plantean los funcionarios, a los que no se puede contradecir porque sino lo consideran como que estás armando un “escándalo” y llaman a la policía. Por otro lado, en los vecinos de Blake, que siempre lo hacen enojar por dejar la basura afuera de su casa, se puede captar una crítica hacia las grandes marcas: ellos compran de la misma fábrica unas zapatillas de igual calidad que las de los negocios y la venden a un precio menor.

“Yo, Daniel Blake” invita a reflexionar sobre el mercado laboral actual, la falta de oportunidades y la indiferencia implícita de los sectores altos a los bajos. Un film duro, emotivo y con personajes bien construidos. Su final puede ser previsible para muchos, de igual manera el efecto que deja es demoledor.


1 comentario:

  1. Uuuuuh,se va directo a mi lista de urgentes.
    Jajaja, estos temas me encantan.
    Preciosa tu reseña.
    Abrazos ♥

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